Prof. Rosa María Mora Z.
El tema de la motivación o desmotivación en el aula ha cobrado
interés, desde que los enfoques educativos han puesto su énfasis en el alumno.
Ha surgido una preocupación por entender cómo aprendemos las personas y qué nos
motiva a realizar una tarea, en este caso el aprendizaje.
Hace unos 10 años, cuando inicié mi labor docente, me sorprendía
que muchos estudiantes se hacían bromas mutuamente y se felicitaban por sacar
las notas más bajas; era casi una competencia por ver a quién le iba más mal.
Triste, en verdad. Es común también observar clases en donde hay escasa participación,
estudiantes envueltos en otras actividades no relacionadas con el tema, sobre
todo hoy en día con las nuevas tecnologías que permiten acceder a cientos de
informaciones desde el teléfono celular o la Tablet. Y esto cuando los alumnos
permanecen en las aulas, pues desde hace algunos años las cifras de deserción de
la educación despertaron alarmas en nuestra sociedad.
La psicología plantea que, por más influyente que una
persona sea, no puede controlar el comportamiento de los demás. La realidad es
que sólo podemos manejar nuestras propias emociones y conductas. Recordar esto
es importante para los docentes pues, si bien es nuestra responsabilidad el
diseñar entornos de aprendizaje, presenciales o virtuales, que fomenten el
involucramiento de nuestros alumnos, al final la decisión de estar motivados o
no para el aprendizaje, será exclusivamente personal. Y esta afirmación se
refuerza por el hecho de que las motivaciones de cada estudiante pueden variar
enormemente de una persona a otra. Conocer esas motivaciones es una materia
prima valiosa para dirigir nuestros esfuerzos por promover la motivación hacia
el aprendizaje. Mediante diversas técnicas como preguntas generadoras, formularios
de encuesta o discusiones grupales tipo focus group, es posible saber qué
quieren aprender nuestros alumnos, por qué quieren hacerlo y qué están dispuestos
a hacer para lograrlo.
Elizabeth Barkley, en su libro Student Engagement
Techniques, enfatiza que una forma de promover la motivación intrínseca entre
los estudiantes, es desarrollando actividades de aprendizaje que incluyan
autonomía, competencia y relación. La autonomía tiene que ver con que el
estudiante sienta que no se le imponen tareas, sino que él escoge qué hacer y
cómo, para ello es conveniente brindar a los alumnos diferentes opciones sobre
cómo abordar un mismo tema y que puedan elegir. En lo que respecta al sentido
de competencia, es de vital importancia fomentarlo, ya sea con palabras
motivadoras que le hagan saber al alumno que creemos en su capacidad; también con
herramientas que les ayuden a desarrollar las destrezas y apropiarse de los
conocimientos de la disciplina que estudian, tales como ejercicios de práctica,
bibliografía actualizada, resolución de problemas e incluso el modelaje
mediante el cual el docente puede mostrar una habilidad para que el estudiante
aprenda a ejecutarla; y como tercer elemento la retroalimentación efectiva en
cuanto a los puntos fuertes, los aspectos por mejorar y sugerencias para
hacerlo. La parte de relación tiene que ver con establecer lazos, alianzas o lo
que ahora se denomina comunidades de aprendizaje; el ser humano por su
naturaleza es un ser relacional que tiene una necesidad innata de pertenencia
al grupo. Recuerdo el caso de un estudiante universitario que encontraba su
mayor motivación para el estudio en las relaciones que establecía con sus
pares, lo cual era un incentivo para ir a clases y cumplir con sus asignaciones
académicas. Sin embargo, en una comunidad de aprendizaje, se debe tener
presente que el objetivo de aprender es la red que sostiene las relaciones
interpersonales que se establecen.
Junto con estos tres elementos, Barkley plantea que el
aprendizaje debe ser holístico, ya que como seres humanos no nos fragmentamos a
la hora de realizar una actividad; esto implica integrar en nuestros procesos
de aprendizaje los ámbitos cognitivo, afectivo y psicomotor, además de que el
mismo conocimiento se aprende mejor en su interdisciplinariedad.
Existe gran cantidad de estrategias y técnicas para
involucrar a los estudiantes. Cuantas más conozcamos mejor, pero sobre todo si
las aplicamos en nuestras clases, contribuiremos a que nuestros estudiantes se motiven para aprender de manera significativa. Pequeños cambios
pueden hacer grandes diferencias.
Buenas noches Rosa:
ResponderEliminarMuy interesante su artículo. Mencionas un elemento muy importantes y es que al final del día nadie puede obligar al alumno a aprender. Los docentes universitarios tienen el reto de motivar a muchos que llegan a las aulas tras años de estar sumidos en una educación primaria y secundaria mecánica, carente de vida, rutinaria. descontextalizada. Este también es un reto para esos grupos de educadores para explotar el interés de esos niños y jóvenes que vienen a las aulas llenos de curiosidad y energía.
Creo que la competencia es un arma de doble y hay que tener cuidado al utilizarla, ya que también puede generar desmotivación en quines no ganan la competencia. Por otro lado, los ejercicios de colaboración ponen el énfasis en el proceso y en el trabajo en equipo. En dicha sinergia se genera un aprendizaje muy rico y se fortalecen las relaciones sociales dentro del aula.
Saludos,
Euro
Hola Rosa,
ResponderEliminarYo siempre hago un pacto con mis estudiantes el primer día de clase que tiene que ver con el trabajo y la motivación. Todos empeñamos nuestra palabra en ese pacto y dejo muy muy claro y por escrito que me dan derecho a recordar ese pacto o acuerdo en el transcurso del cuatrimestre. Me ha funcionado, no al 100%, pero creo que en parte hay un ego y una palabra que proteger, eso es una forma de motivación entre muchas. Lo que hay que evitar es que la frustración le gane el juego a la motivación, es ahñi donde trato de ser sabio y ofrecer a los estudiantes balance para que no lesionarlos con el filtro afectivo. Ojalá la buena teoría siga ayudándonos a alcanzar a estudiantes que vienen muy mal formados y con serias deficiencias.